martes, 18 de enero de 2011

Me he girado hacia la cima donde habia visto el palacio de cristal y ya no estaba. Se había desvanecido. Ha pasado una muchacha y le he preguntado que qué sabía sobre un palacio de cristal que yo misma habia reseguido.
<El palacio de cristal que hos ha sorprendido existe, y yo lo veo mas resplandeciente que nunca. Los antiguos del pueblo lo conocen, lo respetan y cuentan historias dificiles de recordar sobre él.>>
La muchacha, sonriente, me mira y me compadece. Yo nombro a los mios, que durante siglos han habitado el pueblo donde nací. La muchacha se me planta delante seria, y como si pregara haciendo el señal de la cruz, me dice: << Hasta que hos vuelva el juicio que habeis perdido no volvereis a ver el palacio. Ya sabeis, aunque seais joven, que nuestro mundo es de maravillas.>>
Ha sido entonces cuando me he dado cuenta de que pisaba cristal y me sangraban los pies.
Y la muchacha era una anciana.