miércoles, 21 de octubre de 2009

Cuando el sol acaricia el horizonte de tu cuerpo
y la brisa se esconde a dormir
en la penumbra de las dunas,
poco antes de que lo oscuro te acune y te proteja,
en el mágico intervalo de minutos
en que el día se viste con el negro hondo de la noche,
entonces, mi mar,
entonces,
me sobran las palabras
y me hago de espuma y de salitre...

Y de salitre son los sueños de la costa,
de la sal y de ese olor
empalagoso y tierno
que te acompaña perenne
en las mañanas del puerto
y en los atardeceres de poniente.

Y de salitre es tu vida callada
que se pega como el salitre
en el trasfondo de mi alma.